Por: Darío Valle Risoto
Técnico en Comunicación Social
Ese periodista que viaja confortablemente en su coche último modelo se sienta en su cabina de la radio y se indigna frente a la ola de inseguridad de este país, añorando épocas más civilizadas o idealizando una situación de paz que realmente nunca vivimos completamente.
Pero acaso no sea una isla sino el paradigma de lo que los grandes medios nos están inoculando tal cual un enema de uniformes policiales, patria, orden y progreso.
Toda sociedad moderna de izquierda o derecha apunta a un futuro inminente de estados policiales donde la mínima acción de cada individuo será vigilada, controlada y vista por el poder de turno que siempre es el mismo: LA OLIGARQUÍA.
Y los periodistas trabajan para ella, grupos mediáticos, multi sistemas de desinformación acelerando el futuro muy cierto de humanos despersonalizados ocupando sectores estancos, tareas definidas, fantasías programadas hasta el hartazgo donde la frivolidad es como una soga asfixiante para los que pretendemos nadar entre tanta mierda que nos agobia el alma.
Porque si un slogan pretende que la revolución ahora se hace por Facebook estamos muy jodidos pero el sistema duerme tranquilo la siesta ya que las hordas de seres minusválidos pensantes se entretienen amasijándose en las canchas de futbol, masturbándose con el travesti de moda o pegándole a sus mujeres. Así está el mundo, amigos.
Este periodista denuncia y denuncia la corrupción del sistema pero trabaja en una radio que le pertenece a uno de los dos partidos tradicionales, en un canal de televisión viejo obsecuente de la dictadura y entre noticias nos vende artículos porque recibe su parte de la tajada en forma de proverbiales dineros por hacernos consumidores y no solo de cosas, también de lo peor: Su triste ideología fascitoide.
“Somos lo que comemos”: le dije a un conocido que escucha todo el tiempo estúpidos programas radiales donde vecinas idiotas y tipos mal nutridos neuronalmente me agobian con sus anécdotas sexuales de churrasquería. ¿Dónde quedó la literatura, la historia, el arte?
Todo el acervo artístico, el buen gusto fue asesinado y partido al medio por una canción de Arjona, los muchachos rompen tribunas y le tiran piedras a la militada que se caga a pedos de miedo porque cuando el pobreríos e enoja las pedradas duelen.
Lamentablemente es una revolución del asco sin horizonte y solo manejada por las gónadas que parece ocuparon la sesera del pichaje.
Las pibas del barrio a los doce años se ponen calzas rosadas, levantan el culo y me miran como para venderme alguna prohibida fantasía pero cuando encienden los celulares escucho a Pibes Chorros y me duele el estómago. Acaso esté cayendo en un vórtice donde me engullen por un lado estos periodistas seudo nazis y por otro se me viene la incontenible ola marginal que colabora para que las viejas chotas griten: ¡Seguridad, seguridad!
Y esa violencia gratuita es otro producto para que los comunicadores levanten el grito al cielo intercalando noticias sobre el infame papa Francisco, lo último que dijo el Pepe o la noticia de Moria y su último amante. Así andamos entre la violencia manifiesta de los palos, gritos y piedras de la gentuza y la otra, la más terrible, esa violencia del terror que nos pone alertas por no perder el auto, el estatus quo, la patria y las buenas costumbres.
Pero el pobre sigue pobre haya el gobierno que haya, el explotador sigue explotando y como me dijo un viejo borracho hace años en un bar: ___ ¿País de las vacas gordas?: ¡Una mierda!, Aquí los pobres siempre nos cagamos de hambre, los ricos roban y tienen para pagar abogados, nosotros robamos y nos matan a palos y anda a llorar al cuartito pibe.
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