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sábado, 27 de junio de 2015

La Religión Liberal-Económica

La religión liberal-económica

Un comentario introductorio a su credo y su culto
Por ANDRÉS CASAS SOTO 26 de junio de 2015
(https://neupic.com/articles/la-religion-liberal-economica)

Se presentan a sí mismos como los portavoces de una "ciencia libre de juicios de valor" que habla de acciones humanas, precios de mercado, equilibrios, cálculos, funciones empresariales, factores de producción, etc. de una forma fría y sistemática. Ellos dicen estar haciendo "Ciencia" pero, ¿es realmente dicha actividad la que llevan a cabo?

En el presente artículo, que pretende ser nada más un apunte introductorio y superficial, pienso mostrar que realmente esto no es así. Su "Ciencia" está impregnada de nociones teológicas, y su concepción del mundo (y de la práctica vital) es profundamente religiosa.

En realidad mi objetivo no es cuestionar un enfoque teológico, sino denunciar una falsificación de toda ciencia y religión por parte de un culto que goza, dentro de su carácter absolutamente minoritario, con un creciente número de fieles partidarios en nuestro país, que siguen con devoción los predicamentos de una serie de profetas de mala calidad.

Un credo religioso, pero "secularizado"
El primer punto llamativo de su concepción teológica son las múltiples reminiscencias que en su credo ideológico permanecen de procesos religiosos.

En primer lugar, hay que hacer una referencia al Maniqueísmo. Esta creencia universalista (como la del credo liberal-económico) distinguía entre dos principios en lucha y conflicto permanente: el principio del Bien y el principio del Mal. Estos dos principios se insertaban en dos divinidades y lógicas claramente diferenciadas, sin que hubiese reconciliación posible entre ambas: la única posibilidad de "solución" al conflicto pasaría porque uno de los dos principios, realmente el del Bien, lograse su triunfo definitivo sobre el otro. En la religión liberal-económica, los dos principios en conflicto permanente se secularizan: el principio del Bien se convierte en el Mercado, mientras que el principio del Mal pasa a representarse en el Estado. Sin embargo, el reducto religioso permanece: la caracterización del Mercado es el principio absolutamete bondadoso, el principio del Estado es radicalmente malvado y ambos se enfrentan en una suerte de lucha existencial sin cuartel, en la que al final la lógica del Mercado se termina imponiendo frente al Estado que busca destruirlo (primado de las "leyes económicas" sobre las "leyes políticas" del Estado). El Maniqueísmo fue ferozmente combatido por San Agustín, que no obstante había resultado en el pasado sentirse tentado por su concepción del mundo, pero no obstante y con todo ha continuado de alguna forma "vivo" en la historia de la humanidad hasta desembocar en su culminación más estructurada y secularizada: la ideología de la religión liberal-económica.

También la Teodicea, término acuñado por el filósofo alemán Gottfried Leibniz, ha jugado un papel fundamental en la elaboración de la religión liberal-económica. Recordemos que el objetivo de Leibniz en sus "Ensayos de Teodicea" era dar cuenta de la existencia del Mal en el mundo, bajo la pretensión de exculpar a Dios en su causación. La conclusión de Leibniz, conocida por todos, es que "Dios había producido el mejor de los mundos posibles" y por lo tanto aquel en el que la presencia del Mal, si bien es por completo inerradicable, se encontraba reducida a la mínima expresión posible.

Aquí es importante tener en cuenta que en la religión liberal-económica, el papel desarrollado por Dios es desarrollado por el Mercado, que siempre (al menos cuando no interviene el diabólico Estado) arroja los mejores resultados posibles. El Mal, cobra en este segundo ámbito el nombre de Pobreza. Y es que uno de los objetivos fundamentales del credo liberal-económico, como antaño el de la Teodicea leibniziana, consiste en dar cuenta de la existencia de pobreza a la vez que se libera al Mercado de toda culpa en su producción. Es más, al igual que sucede en toda la tradición teodiceica, la existencia de pobreza (es decir, de males y sufrimientos) actúa como un poderoso incentivo del surgimiento y proliferación de virtudes superiores dispuestos a paliarlos (en este sentido la caridad, en su sentido cristiano, es sustituido por el impulso de la función empresarial siempre preocupada, consciente o inconscientemente, por acabar con el mal de la pobreza). Y es que no solamente el Dios-Mercado es inocente de toda pobreza, sino que una dedicación más fiel a su culto y sus ritos secularizados son, al menos para sus devotos fieles, la única escapatoria posible frente a la misma.

Este último paso, tiene como finalidad la de proceder a una moralización de los dictados de las leyes económicas y una culpabilización de los pobres por su propia pobreza. Ya que el Dios-Mercado es inocente por la existencia de la pobreza, y puesto que sus resultados del proceso son los que alcanzan el punto óptimo en el mejor de los mundos posibles, solamente queda que la pobreza tenga su causa fuera de la obra del mismo. Y aquí se abren dos posibilidades: cuando la intervención estatal es grande, todavía pueden mantener que la culpa de la misma es de la demoníaca obra del Estado-Diablo, pero cuando esto no es así, la única vía es responsabilizar a los propios sujetos que sufren la pobreza por los avatares de su destino. Es decir, convertir a los que padecen el Mal de la pobreza de ser sus únicos causantes por haber sido "vagos", "perezosos", "inútiles", "irresponsables"... en definitiva, "pecadores" y "culpables". Sin llegar propiamente a los excesos de culpabilización aquí expuestos (y difundidos sin duda, por voceros menos inteligentes), esta no-culpabilización del Dios-Mercado por los avatares de la pobreza se puede contemplar en las reflexiones que sobre el orden espontáneo y la justicia social lleva a cabo uno de los principales grandes profetas de la religión liberal-económica: el economista austriaco Friedrich Hayek, y de forma muy especial en la segunda parte de su clásico libro "Derecho, legislación y libertad".

Como el proceso de culpabilización de los pobres es, sin duda, cada vez más difícilmente digerible, los gurús de la religión liberal-económica deben dar un paso más, y proceder a una secularización de la idea cristiana de Gracia. El catecismo define la Gracia, para un cristiano, del modo en que sigue: "La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos, partícipes de la naturaleza divina, de la vida eterna". A este respecto puede ser interesante citar un pasaje de las Confesiones de San Agustín:

"Toda mi esperanza no estriba sino en tu muy grande misericordia. Da lo que mandas y manda lo que quieras. Nos mandas que seamos continentes. Y como yo supiese -dice uno- que ninguno puede ser continente si Dios no se lo da, entendí que también esto mismo era parte de la sabiduría, conocer de quién es este don." (San Agustín, Confesiones, Libro X, Capítulo XXIX).

En su versión secularizada en la religión liberal-económica, el reconocimiento de esta "Gracia" otorgada por el Dios-Mercado que es el poder gozar de la posesión y utilización de bienes que nos saquen de la pobreza/pecado debe ser reconocido en su "justo origen": la Mano Invisible del Mercado (que dijese en su momento Adam Smith). Este mecanismo permite asignar de forma trascendente e impersonal el global de la "Gracia" (riqueza) disponible de tal modo que pueda justificarse el carácter providente del Dios-Mercado y a la vez llegar a "justificar" en cierta forma el abandono sufrido por los excluidos con cierto alivio de sus propias culpas anteriores. No obstante, esto también tiene su "otra cara", que podemos ejemplificarla nuevamente citando al obispo de Hipona:

"Menesteroso y pobre soy, aunque mejor cuando con secreto gemido me desagrado a mí mismo y busco tu misericordia para que sea reparada mi indigencia y llevada a la perfección de aquella paz que ignora el ojo del arrogante." (San Agustín, Confesiones, Libro X, Capítulo XXXVIII).

O dicho en un lenguaje de mayor afecto para los religiosos del culto liberal-económico: Solamente podré sentirme inocente de mi pobreza a condición de odiar mi propio vicio culpable (aunque sea desde el silencio) y haga por reconciliarme con la siempre grandiosa y providente Mano Invisible del Dios-Mercado que alguna razón ha debido tener para dejarme a mí en el estado de pobreza y culpa.

El culto y sus clérigos y profetas

No obstante, sería imposible mantener ese discurso en el aire. Los entusiastas de la religión liberal-económica son conscientes de ello y por lo tanto han tenido que desarrollar su culto en los diferentes países. Conscientes del dogma de la "división del trabajo" que predican, han ido siendo especialmente cuidadosos en proceder a un reparto de las tareas, sin olvidar la necesidad de sus polémicas sobre peligros de herejía en el seno de sus Iglesias. En este sentido, podemos tomar el caso español como ejemplo privilegiado del fenómeno ritual y religioso, eso sí siempre convenientemente secularizado.

La religión liberal-económica tiene sus propios profetas. Así, podemos destacar los casos de Juan Ramón Rallo y Carlos Rodríguez Braun (en la imagen) que se han demostrado predicadores incansables del dogma liberal-económico, convirtiéndose tal vez en los rostros más conocidos de dicha religión en el panorama político y mediático español. Además, me interesa destacar que ambos conjuntamente (además del resto de sus obras por separado) llevaron a cabo hace unos años un libro con el significativo título de "El Liberalismo no es Pecado" que, aun pretendiendo utilizar una terminología "científica", es incapaz de ocultar el componente absolutamente religioso (repito, de religión mal hecha y peor planteada, pero religión al fin y al cabo) que hay en su trasfondo.

Cuentan con sus propios ritos de culto (todos los sábados por la tarde en la sede del Instituto Juan de Mariana, nombre de censor jesuita), retiros espirituales (la llamada "Universidad de Verano" y el "Seminario de Semana Santa" que organizan dicha congregación) o sus propios seminarios de adoctrinamiento intelectual y espiritual (los "máster" del OMMA, planteados como formación ideológica y sin posibilidad de contestación alguna, de los pilares dogmáticos sobre los que se asienta su fe).

No están, como las Iglesias, libres de disputas internas, diferencias sobre la oficialidad del dogma que debe ser mantenido o establecido. Continuas disputas entre las diferentes "sectas" del tronco religioso común (austriacos, neoclásicos, randianos, anarcocapitalistas, minarquistas y otra serie de agrupaciones sectarias) se lanzan de manera continuada unos a otros bulas de excomunión y anatemas con el fin de exhibir su purismo sanguíneo y su fidelidad a la palabra revelada a todos nosotros por parte del Dios-Mercado, su Mano Invisible mediante.

Estamos así, y por concluir, ante una "fachada" de respetabilidad que no esconde sino un culto dogmático de raíces religiosas convenientemente secularizadas y presentadas con su propia "terminología científica", mucho más vendible en estos tiempos de tribulación y decadencia espiritual. Bajo esa apariencia de honestidad científica y política se esconde una secta de fieles creyentes devotos que llevan a cabo sus propias Misas y Retiros para mayor gloria de su Dios-Mercado y con seminarios de formación apostólica de captación de ingenuos jóvenes creyentes a los que lavar adecuadamente el cerebro para proceder al adoctrinamiento de las masas, mediante la mentira y el engaño (y la conveniente culpabilización y desprotección de los desfavorecidos por la Mano Invisible), extendiendo su "Palabra Revelada" por el proceso económico.

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DESENCHÚFATE!!

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(Fotografía:El mejillón suicida)