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domingo, 6 de abril de 2014

Una deuda impagable

Una deuda impagable

(http://www.andalucesdiario.es/economia/una-deuda-impagable/)
PEDRO VAQUERO / 30 Mar 2014

Rajoy no deja de embaucarnos con su frase preferida: hemos pasado la recesión económica, lo peor de la crisis ha pasado, hemos superado el Cabo de Hornos (no cuantifica los náufragos que han perecido en el intento). Nos queda algún detallillo, como los 6 millones de parados… pero eso se arregla con otra reforma laboral si es preciso, con los minijobs, la reducción de salarios, la congelación del salario mínimo, o -como quiere la CEOE- con un salario mínimo más mínimo para los jóvenes aprendices sin experiencia laboral.

¿Cuál es el misterio de este aparente remonte? El “milagro Rajoy” consiste en haber obtenido de la Comisión Europea una prórroga de dos años para la reducción del déficit. La UE no podía permitirse el lujo de dejar caer en el abismo del rescate al cuarto país de Europa. Lo mismo que a Italia, que es la tercera economía de la eurozona. Le hubiera resultado más caro a Alemania y otros países centrales. El euro corría un riesgo cierto de desaparición, o al menos de fragmentación y descrédito como moneda de referencia. Han preferido salvar a los bancos, eso sí, y prestigiar ante los mercados a ambas economías, la española y la italiana, para que bajase la prima de riesgo, esto es, para que los préstamos nos saliesen más baratos. Y ni siquiera el compromiso de reducción del déficit al 3% en 2016 se cumplirá, a Dios gracias. Pues el “milagro Rajoy” ha sido el incremento de la deuda. Pese a las políticas de ajuste, la situación no es explosiva por la ingente economía sumergida que tenemos y porque la deuda pública ha crecido lo suficiente como para mantener el tipo. Así, aún nos quedan vestigios de alguna que otra situación de lo que nos asemeja a una “economía avanzada”, aunque periférica, estancada y muy deteriorada.

La deuda pública llegó en enero a sumar 979.316 millones de euros, 18.677 más que a finales de 2013, y por tanto se ha quedado en el 95’7% del PIB. Teniendo en cuenta que al principio de la crisis la deuda pública era del 36% del PIB, esos 60 puntos de incremento de la deuda es el resultado de un proceso de políticas anticrisis en las que el Estado (Hacienda somos casi todos, decía la Sexta el otro día) ha tenido que poner mucho dinero prestado (ya que no recaudaba lo suficiente) para financiar todos los gastos públicos, o al menos casi todos, pues -como es bien sabido- recortes ha habido, ¡y de qué forma! E incluso subidas de impuestos, pese a las promesas electorales de Rajoy. Sobre todo del IVA, que es el más injusto de los impuestos, por regresivo, ya que grava por igual a los desiguales en renta.

La deuda pública ha subido desde los 737.405 millones de euros en que la cogió Rajoy cuando accedió al Gobierno de España, hasta la de hoy. Total, que el liberal Rajoy ha tenido que pedir prestados 252.000 millones de euros más para mediocapear la crisis financiera. Pero desde mayo del 2013 el ritmo de endeudamiento se ha acelerado, y en enero ha aumentado a un ritmo de 602 millones/día, lo que equivale a que la deuda de cada españolito es de 21.011 euros. Y como ni las previsiones más optimistas esperan una recuperación suficiente del crecimiento económico como para remontar la crisis recaudatoria del Estado (dicen que podríamos llegar a un 1’2%), todo apunta a que en 2015 la deuda pública pasará del 100%. Funcas calcula que 2014 acabará con una deuda del 99’7% y que en 2015 alcanzará el 104’3%. La Comisión Europea y el FMI dan cifras muy parecidas.

No hay que asustarse. Hay países que sobreviven con una deuda de más del 200% de su PIB. El verdadero problema es que España tiene más dificultades en pagar su deuda, pues el crecimiento sigue resistiéndose a visitarnos. Pese a las palabras optimistas del Gobierno, lo cierto es que estamos en una situación de estancamiento económico, y con una inflación muy baja, casi al borde de lo que los economistas llaman estanflación.

Lo peor es que la estrategia de recuperación económica implementada por el Gobierno tiene las patas muy cortas, pues consiste en incentivar la inversión extranjera aquí (vendiendo lo baratos que resultan nuestros trabajadores) y exportar más allí fuera. Pero si el factor de competitividad vía salarios y derechos baratos choca con la deriva de generalización del mismo factor en la Europa otrora Social, el otro factor, el de la internacionalización de nuestras empresas y productos choca con la presunción por parte de nuestros potenciales exportadores de que esa baja inflación va a perjudicarles, pues los precios de nuestros bienes y servicios pueden caer. ¿Consecuencias? Que la exportación se contiene o se retrasa, lo que conlleva el fracaso de la estrategia económica por estancamiento y, lo que es peor, el aumento del valor real de la deuda pública. Es de prever que el Estado no conseguirá reducir los intereses de la deuda a pagar. Más bien, todo lo contrario. Por ejemplo, de los 242.400 millones que la Hacienda española va a tener que pedir prestados este año, 65.000 van a ser endeudamiento neto y el resto amortizaciones.

Con estas cifras de deuda, la economía española no puede recuperarse. Y menos el empleo, los derechos sociales y la estabilidad democrática. Al revés. Esta crisis está creando un círculo vicioso que consiste en el incremento de las desigualdades, y en el callejón sin salida del fracaso de la estrategia de salida de la crisis. Javier Navascués lo explica muy bien en el periódico del PCE, Mundo Obrero, en su artículo El vaivén de la deuda (marzo 2014): el FMI está inquieto por la marcha de la economía mundial, y sobre todo por la crecida deuda de la UE. Y comienza a pensarse que es preciso hacer una quita a la deuda pública de las economías capitalistas, consciente de que es impagable. ¿Cómo piensa hacerlo? Baraja varias hipótesis: realizar una quita controlada, posibilitar una inflación moderada que le reste valor real al montante de la deuda, o incluso crear un impuesto especial sobre la propiedad, gravando el patrimonio de los ricos de más de una determinada cuantía; sugieren un 10% a partir de los 250.000 euros, destinando la recaudación a cancelar así una parte de los préstamos. Con esta hipótesis, en Alemania se podrían recaudar unos 230.000 millones de euros, por ejemplo; en España, la mitad.

¿De verdad quieren imponer un impuesto a los ricos? No, al final no lo pagarían los ricos, se trata más bien de una redistribución de rentas, pues serían los accionistas de los bancos deudores los que acabarían recibiendo el beneficio de la condonación encubierta de la deuda.

También se proponen una especie de eurobonos: el BCE compraría deuda pública a los países del euro en proporción al peso de cada uno en la eurozona, pero sin exigirles luego su devolución al final del vencimiento; el BCE emitiría bonos y se quedaría endeudado, pero serían los bancos de los respectivos países deudores los que pondrían el dinero, pues al fin y al cabo los accionistas del BCE son los propios países de la eurozona. En esta medida se produce una metamorfosis, se cambia deuda mala por deuda buena, del BCE, pero sigue habiendo deuda. Y es el que el capital ficticio que es la deuda no es como la mancha de la mora, que con otra mora se quita, sino que permanece por los siglos de los siglos, salvo que se produzca una devaluación radical de la deuda. Y a eso le tienen terror los capitalistas. Contradicción habemus. Capitalismo habemus, que es contradictorio en sí mismo, pues no se puede concebir el respeto a la ley de hierro del capitalismo -el incremento incesante de la tasa de beneficios- y el progreso económico global en condiciones de sostenibilidad.

La izquierda (el bloque en torno a IU en España) se presenta a las elecciones europeas con la propuesta de negarse a pagar la parte ilegítima de la deuda, esa parte que responde a unos exorbitantes e injustos intereses especulativos correspondientes a los préstamos usurarios de los poderes financieros. Y aunque aparentemente sea muy radical, la propuesta se abrirá camino, pues es lo más lógico del mundo: si la deuda es impagable, lo lógico es no pagarla. Y no sería la primera vez en la historia de las finanzas mundiales. Lo reconozcan o no, el próximo gobierno de Europa abrirá la mano en este sentido. A la UE no le queda más remedio que cambiar de estrategia, potenciar el desarrollo sostenible de los países con problemas, España entre ellos. Y para ello el pago estricto de la deuda es un obstáculo a soslayar.

Lo harán, por la cuenta que les tiene.

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(Fotografía:El mejillón suicida)