Trabajos forzados
Por Javier Gallego
“Tal y como está todo tengo que sentirme afortunado”, dice un ingeniero agrícola que es obligado a cuidar jardines para la Comunidad de Madrid si no quiere perder la prestación por desempleo.
Es la desoladora realidad a la que hemos llegado. Han conseguido que la gente esté tan desesperada que dé gracias por no morir. Han conseguido que agradezcamos que nos perdonen la vida. Es como si hubiéramos vuelto a un estado medieval y tuviéramos que sentirnos satisfechos porque el señor feudal no nos corte la cabeza. Es como si volviéramos a ser esclavos pero sin el como.
No lo llaman esclavismo, claro. La neolengua del capital siempre ha sido muy hábil para esconder la realidad. Se dice que son voluntarios pero no pueden rechazar la oferta si no quieren perder la prestación. Se dice que son trabajadores pero no les pagan la Seguridad Social. Se dice que siguen siendo parados pero dejan de figurar en las listas del paro lo que sirve para maquillar las cifras. Son trabajadores parados voluntarios forzosos. Así se llama al esclavismo en el siglo 21.
“Es duro, pero esto es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Es triste pero es la verdad”, dice María Dolores, una mujer de 51 años que se siente una “privilegiada” por poder acceder a uno de estos puestos. Sueña con un “trabajo de verdad”. Mientras, se conforma con un trabajo forzoso. Como los que realizan los presos en la cárcel.
Lo han conseguido. Han conseguido que aceptemos los trabajos forzados con una sonrisa. Han conseguido que nos sintamos prisioneros sin esperanza. Han conseguido que España sea el país en el que más crece la desigualdad entre presos y carceleros. Han conseguido que nos convirtamos en mano de obra explotable. Han conseguido que nos sintamos privilegiados por vivir en una cárcel porque siempre es mejor que estar condenados a muerte. En el país de los muertos de hambre, el que come es el rey, aunque coma basura.
Pues que nadie se dé por indultado. La Unión Europea, o sea, la troika, o sea, los carceleros, han recomendado a España más reformas del sistema penitenciario: más reformas laborales y de las pensiones. Más grilletes, vaya. Cuando el alcaide recomienda quiere decir que si no lo haces, te condenará a muerte. Como si no estuviéramos ya condenados.
Cuando el ciudadano acepta la explotación con agradecimiento es que ha dejado de ser ciudadano para convertirse en esclavo. Y lo seguirá siendo mientras se sienta agradecido porque no le corten la cabeza. Es triste pero es la verdad. Y la verdad es que los esclavos no se liberaron solos. Se liberaron juntos.
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