La
División Azul y los hechizos sin rumbo de Rajoy
España
suele demostrar una natural inclinación a ninguna parte, siempre
viajando con prisas y, si es posible, buscando atajos. Por ello, no
causa extrañeza esa reciente noticia sobre un coche
fúnebre circulando a 200 kilómetros por hora por
la autopista AP-68 a su paso por Tudela, como si temiera llegar
tarde a ese lugar indeterminado donde deberá comenzar la
Resurrección de los Muertos. Como tampoco sorprende, hablando de
atajos, las informaciones aparecidas del expresidente del CD
Castellón, José
Laparra, detenido
tras asaltar la vivienda de una vidente con
la intención de recuperar los 145.000 euros que le había
entregado a cambio de un conjuro de amor, con flores y tierra de
cementerio incluidas, que finalmente no funcionó.
Así
las cosas, tampoco resulta raro que, al final, el español tenga
cierta predisposición por perder la cabeza. Peor aún, ahora son
los poderes públicos quienes se encargan de hacerte perder la
cabeza, incluso aunque ni siquiera seas español. Le pasó hace
poco a la hondureña María
Concepción Amaya,
a quien dieron el alta
en un hospital público valenciano sin reimplantarle una parte del
hueso de la cabeza que
le habían retirado en una intervención quirúrgica. La razón no
fue un descuido, sino su condición de inmigrante sin papeles y su
incapacidad para pagar el tratamiento. Desde entonces la pobre
María Concepción sobrevive temerosa de ese golpe fortuito en la
su parte sin cráneo de su cabeza, que pueda acabar con su vida.
Y
mientras a unos nos hacen perder hasta la cabeza, otros no dejan de
encontrarse cosas. La
delegada del Gobierno en Cataluña, María de los Llanos, por
ejemplo, se
encontró con un representante de la División Azul y no tuvo
ningún problema en entregarle un diploma sin
necesidad de reválida. La
virreina de Rajoy fue incapaz de ver malicia alguna en su gesto
tras comprobar que los veteranos anticomunistas aliados
de Hitler en
el frente ruso hablaban en perfecto castellano, cumpliendo así las
prioridades de la nueva ley Wert de Enseñanza.
Son
las cosas que tiene la afición del país por dirigirse a toda
prisa a ninguna parte. Especialmente con un Partido Popular
empeñado en conducir la máquina del Estado con brazo firme y
marcha atrás. Por eso no causa asombro que mientras el
mundo recibe con alivio la muerte en presidio de Videla, a los
gobernantes españoles se les cuele una esvástica por la puerta
trasera de unas consciencias derechistas que cualquier día
presentarán la experiencia democrática republicana como el
preámbulo ideológico de ETA. Al fin y al cabo, para algo han
sustituido la educación para la ciudadanía por los principios del
espíritu nacional.
Aunque
las apariencias engañan porque que los gestos fascistoides son, en
última instancia, por nuestro bien democrático. De este modo,
Rajoy y sus chicos prefieren transmitir la impresión de que los
inmigrantes nos quitan los servicios, o sencillamente dejarles sin
parte de su cráneo, con tal de evitar así que en nuestro país
proliferen derivas peligrosas como las del Amanecer Dorado o el
UKIP, que llenan de zozobra a griegos o británicos.
No.
Definitivamente, el PP no está dispuesto a que ningún voto ultra
se vaya de su regazo. Prefiere seguir a cualquier precio a los
mandos del coche fúnebre del Estado de Bienestar. Conduciendo con
la dirección bien firme a ninguna parte. Y aprovechar cualquier
atajo, incluso el de esa austeridad que cada vez se parece más a
un conjuro con el que esperamos atraer el fin de la crisis. Eso sí,
a pesar de que los hechos insistan en demostrar que los filtros
fallan, la troika, esa reunión de brujas que nos
proporcionó el embrujo, podrá seguir tranquila adorando al Gran
Cabrón. Aunque la chapuza nos cueste más de 6 millones de
parados y dosis insufribles de desesperanza, el bueno de Rajoy no
tiene previsto irrumpir en sus aquelarres para que nos devuelvan en
dinero.
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Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
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