Una democracia para subnormales
Por Gustavo Vidal Manzanares, Jurista y escritor
03 Abril 2013(http://www.nuevatribuna.es/opinion/gustavo-vidal-manzanares/una-democracia-para-subnormales/20130403123906090503.html)
Al
PP le encanta alardear de “raíces cristianas”. No de las que
prohíben mentir y robar, obviamente, sino de las de mantilla,
peineta y ventosidades disimuladas en la iglesia.
No
obstante, el aspecto milagrero del cristianismo ha calado en aquel
partido. Veamos dos prodigios: una ministra de sanidad que no ve un
Jaguar en la mismísima puerta de su casa y un presidente
autonómico, Feijóo,
que desconocía las conexiones de su amiguete Marcial
Dorado con
el contrabando y el narcotráfico.
Cuestiones sin
duda milagrosas, pues años antes, la prensa había señalado a
Dorado como un conspicuo contrabandista y narco. Asunto que, por lo
demás, era vox populi en toda la comarca cuando fueron tomadas las
fotos de la entrañable amistad. Yate incluido, por supuesto.
De
cualquier modo, el esperpento nacional es mucho más trágico que
todo lo anterior. No radica en grotescos y turbios episodios
protagonizados por políticos mediocres, sino el trato diario que
reciben los ciudadanos por parte del poder.
Sí,
desgraciadamente, los ciudadanos somos tomados a diario por
subnormales. En primer lugar por intentar hacernos creer que vivimos
en una democracia. Veamos…
Cómo
nos toman por retrasados mentales
España
no constituye, a día de hoy, un país democrático, es decir, un
territorio donde el pueblo decida libremente su futuro. Sin embargo,
a diario, desde el poder político, se intenta mantener la apariencia
de democracia tratando a los ciudadanos como pre
adolescentes con argumentos que solo deberían dirigirse a niños
o a disminuidos psíquicos.
Así,
se pregona la democracia por celebrar elecciones cuatrienales. Pero
todo es un colosal engaño. Las promesas electorales del PP fueron
una suerte de timo de la estampita para que el votante “picase”.
Una vez en el poder, este Gobierno ha conculcado todas sus promesas y
gobierna de espaldas y en contra de la mayoría de los ciudadanos,
incluso de sus propios votantes.
Y
lo más triste es que las instituciones políticas son una suerte de
disfraz de lo que deberían ser. El poder no radica en ellas, sino
que campa soberbio, opaco, descontrolado. En manos privadas que jamás
responden por sus desmanes y delitos.
Hablo
del poder real, el económico, enclavado en las grandes empresas,
fortunas y grupos financieros… los “mercados”.
La
política, como prostituta postrada ante hediondos clientes
El
poder político, que debería servir a la ciudadanía, se encuentra
hoy arrodillado ante el poder real. Como una prostituta que espera
arrancar semen a cambio de dinero a un despreciable ser con la
cartera y la barriga llenas.
Fuerzas
hieráticas y omnipotentes someten la voluntad de parlamentos,
senados y organizaciones ciudadanas. Chantajean, extorsionan,
quebrantan voluntades y matan el futuro de millones de personas de
bien. No están sometidas a elección democrática alguna. Sin
embargo, deciden el porvenir de los ciudadanos.
Las
decisiones que se adoptan “en el marco del Estado de Derecho”
solo buscan enriquecer más a los ricos, ceder más poder a los más
poderosos y pulverizar cualquier conato de rebeldía o resistencia
ciudadana.
En
este sentido, y como coartada, se permiten manifestaciones y
concentraciones con itinerario, día y hora. Domesticadas. Embridadas
para el aseguramiento de que ningún avance social podrá lograrse
con su ejercicio.
Mientras,
contra los ciudadanos que quieren romper esa férula, se faculta a la
policía para amedrentarlos, golpearlos, dispararlos pelotas de goma
a la cara, imponerlos multas arbitrarias y prevaricadoras… y para
vergüenza del género humano hay homínidos que se prestan a esa
sucia labor.
“Hay
que protestar dentro de unos cauces”, nos dicen. También suele
argüirse aquello de “los derechos de uno terminan donde empiezan
los del otro”. Pero todo eso no compone más que un engañabobos,
pues solo se busca domesticar el descontento, que se reduzca al pobre
papel de la pataleta controlada en el marco del “orden público”.
Nos
están robando, estafando, agostando el jugo de la ilusión,
especialmente en los jóvenes que desean iniciar una vida normal… y
lo llaman democracia porque se celebran elecciones para elegir a unos
“representantes” que servirán al poder económico en contra de
quienes los votaron… nos toman por retrasados mentales.
Por
lo demás, pido disculpas si el término “subnormal” ha molestado
a alguien. Me solidarizo con quienes viven directamente ese problema…
Pero el Gobierno nos trata como a disminuidos psíquicos y opino que,
al menos, debemos proclamar que no lo somos, que muchos sabemos lo
que ocurre, que nos estamos organizando y que jamás, jamás, jamás,
vamos a rendirnos.
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