Esta evolución nos muestra que, desde el último tramo dictatorial, las élites entendieron que la intervención militar no podía asumir una forma permanente. La disciplina de la fuerza de trabajo implantada durante los años de la dictadura y el nuevo sistema de referencias articulado en torno al mercado facilitaron entonces un proyecto político-cultural que fue formando un sentido común que llevó a despolitizar la sociedad chilena. Estimulado por la complicidad de los medios de comunicación fueron desplegándose durante estas casi cuatro décadas las características de este proyecto cuyos ejes se consideraron «naturales»: la educación pagada, la salud privatizada, el individualismo extremo, un nacionalismo vulgar, el repliegue del espacio público, la brutal concentración de la propiedad y del ingreso, la acumulación de riquezas en manos privadas, la permanente degradación de la situación de los trabajadores, la desigualdad y la discriminación entre chilenos, la banalidad de la clase política, la entrega de los recursos naturales al capital y la consiguiente amenaza al equilibrio ecológico, pasaron a ser componentes de este sentido común que tardó décadas en cuestionarse a sí mismo, tan grande había sido la derrota del pueblo chileno en septiembre de 1973.
Sin conexiones orgánicas con procesos culturales afines, atomizada por el efecto coercitivo de los años de represión, desmoralizada por la frustración de sus expectativas democráticas, desde los años 1990 la gran mayoría de la población chilena no parecía existir sino como consumidora y espectadora. El debilitamiento de las formas orgánicas de la cultura política de los trabajadores -sindicatos, agrupaciones populares, partidos…- contribuyó a facilitar esta "autonegación" de las potencialidades de la praxis.
La ausencia de referentes y de movimientos sociales estables y por lo tanto de vasos comunicantes entre la actividad social y la creación intelectual que conllevaba este gigantesco proceso de desagregación de la vida social característico de los años del postpinochetismo fue generando, además, un conjunto de nuevos intelectuales que, aislados del mundo popular, se comenzaron a pensar a sí mismos como «productores de sentido». Fruto de esta trahison des clercs, el rasgo determinante de este período refuerza precisamente esta internalización creciente de los valores y de las pautas de comportamiento de la élite por amplias capas de la población y de los propios trabajadores. El ejercicio de la política en estas condiciones, donde al control del aparato institucional del Estado por parte de la élite se suma al de los centros de irradiación de la cultura, en particular de los medios de comunicación, se transforma en la práctica de una libertad inofensiva.
La movilización estudiantil que surge en estos meses representa el quiebre de estas tendencias y en eso consiste su particularidad.
La nueva generación que protagoniza el movimiento no vivió el miedo a la dictadura y a través de su creatividad, su disposición a la horizontalidad y su transparencia representa una nueva forma de práctica política en un contexto que, sin la camisa de fuerza y el empantanamiento político propios de los gobiernos de los partidos del pospinochetismo, ha dado forma a una nueva subjetividad, mostrando la necesidad de un nuevo Chile, de una Segunda República donde todos podamos vivir en mejores condiciones, forjando un futuro construido por todos.
Esta nueva generación mostró que la lucha política por cambiar el sistema es posible y necesaria, constituyendo un punto de articulación de un movimiento de dimensión nacional capaz de galvanizar las diferentes expresiones sociales y políticas que tengan por objetivo común una nueva sociedad. Así, junto a la lucha ecológica y otras reivindicaciones no menores (v. gr. renacionalizar el cobre, defensa de las fuentes de trabajo en los puertos), ha tenido la virtud de arrojar una nueva luz sobre las condiciones en las que se viene desarrollando nuestra vida social en Chile, mostrando que la recuperación de la plusvalía de los negocios privados por vías democráticas para utilizarla socialmente en provecho de las grandes mayorías nacionales es posible y necesaria. Chile es un país rico cuya riqueza se distribuye con extrema desigualdad. 1
El movimiento estudiantil ha devuelto la alegría a la calle y al pueblo chileno, recordándonos que la lucha social es y será siempre una fiesta. Con ello, por primera vez en estos treinta y siete años el sentido común «naturalizado» por el mercado se pone en cuestión…
La encrucijada actual
Planteada la movilización estudiantil en su verdadera dimensión en relación con las luchas sociales de la historia reciente, el análisis debe dar cuenta entonces de su estado actual, prefigurando los escenarios que se desprenden de la actual correlación de fuerzas. Desde un lado, la élite en el poder, con la sibilina intención de colocar una cuña entre el movimiento estudiantil, el estamento docente y la direcciones de la universidades, elabora la propuesta de un Gran Acuerdo Nacional por la Educación (Gane), dirigiéndola en filigrana a los rectores agrupados en el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (Cruch). 2 Al mismo tiempo recurre a la fuerza , como demostró el reciente 14 de julio, y cambia al Ministro de Educación para salvarlo de las acusaciones de la Contraloría de la República que mostraba que se había lucrado con su participación como directivo de la Universidad del Desarrollo. 3 Desde otro lado, la Confech, que por más de 9 horas se reunió el sábado 16 en Concepción, responde condenando con firmeza la represión y rechazando al Gane, poniendo en evidencia que no representa ningún cambio fundamental en la educación nacional. «El gobierno -señala- debe responder en torno a las demandas transversales de los actores de la educación», ya que las propuestas enunciadas por Piñera «no han hecho eco en la ciudadanía»... 4
Puestas así las cosas, la victoria del movimiento estudiantil y de las fuerzas sociales que se le vienen sumando, victoria que conjuntamente con cambiar los fundamentos mercantiles de la educación debe concebirse como una refundación estructural de la institucionalidad política de Chile , juega su destino inmediato en una apretada dialéctica. Como conditio sine qua non debe mantener la movilización, continuar acumulando fuerzas y arrinconando al gobierno. Pero al mismo tiempo le resulta imprescindible darse un respiro que permita evitar el desgaste y el fantasma de una salida al conflicto que se pacte sin su legítima presencia en tanto que actores centrales del movimiento. Superar esta encrucijada significa construir una táctica inédita que lleve al movimiento estudiantil a combinar la movilización con determinados grados de actividad académica que le permita, por ejemplo, conducir a la conclusión el semestre actual, evitar el aislamiento de el núcleo más activo con respecto al estudiantado menos dinámico y, combinando la lucha y el estudio, mantener la iniciativa. De la correcta resolución de este impasse dependerán los pasos siguientes de la movilización estudiantil…
* Universidad de Valparaíso. Correo electrónico: jaime.massardo@uv.cl
Notas:
1 Audio Sergio Grez en Foro «Educación y nueva Constitución: el horizonte político de los movimientos sociales», 6 de julio del 2011
2 Cfr., La Segunda on line, 6 de julio del 2011.
3 Cfr., El Mercurio on line, 19 de julio del 2011.
4 Radio uchile.cl. 18 de julio del 2011.
Fuente: www.lemondediplomatique.cl
www.rebelion.org
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